
1,35 millones de personas fallecen cada año en las carreteras de todo el mundo. A esta cifra hay que sumar entre 20 y 50 millones de heridos por accidentes de tráfico. En 2021, el producto interior bruto (PIB) mundial se vio afectado por esta situación con pérdidas de alrededor de 2,895 billones de dólares americanos. En otras palabras: se pierde anualmente todo el PIB de Francia.
Pero no solo son impactantes los números. Cada vez que se produce un accidente, la vida de muchas personas se ve alterada. Especialmente en países con ingresos medios y bajos, los accidentes de tráfico mortales suponen un gran sufrimiento para sus habitantes. Las personas que mueren en la carretera son principalmente jóvenes de entre 5 y 29 años. Una situación intolerable.
Una de las causas habituales de los accidentes es el exceso de velocidad. Por lo que respecta a las carreteras, los accidentes mortales se pueden reducir o incluso evitar si se modera la velocidad. La comparación entre un accidente producido a 65km/h y otro a 90 km/h subraya este aspecto: la distancia de frenado total, incluido el tiempo de reacción, pasa de 61 metros a 108 metros. Los ocupantes del vehículo sufren un mayor arrastre, quedan atrapados, y el coche sufre daños más graves. Una diferencia de solo 20 km/h puede suponer el cambio de un accidente mortal a uno con supervivientes.
La implementación e imposición normativa de límites de velocidad permite salvar vidas y educar a los conductores para evitar choques mortales. Para contrarrestar la situación actual, el uso de la tecnología de control se traduce en una serie de beneficios que permiten a los países acercarse al objetivo de Vision Zero.
Como norma general, las personas no perciben la introducción de una tecnología para el cumplimiento de las normas de circulación no como una ventaja. Para empezar, la recaudación de multas supone una decepción para todos, pero el propósito subyacente hace avanzar al país y su población.
¿Por qué?
La tecnología de gestión de la circulación salva vidas diariamente. La introducción de sistemas de control en varios países se ha traducido en una reducción del número de accidentes y de muertes en carretera. Es decir, el aumento del control de infracciones consigue que la gente sufra menos por heridas o muertes de familiares. E incluso existe un efecto indirecto para aquellos no afectados directamente por un accidente: una menor pérdida de tiempo en atascos creados por accidentes.
Aunque se suelan denominar “accidentes”, lo cierto es que es posible evitar estas tragedias por medio de un enfoque proactivo y preventivo que priorice la seguridad vial como asunto de salud pública.
No hay que olvidar que la aplicación de sanciones por comportamientos inadecuados tiene un efecto educativo a nivel global. Nadie desea encontrarse en la desagradable situación de tener que pagar una multa y malgastar su dinero por el simple hecho de llegar a su destino un minuto antes. Al mismo tiempo, el hecho de prestar atención a las tecnologías de control aumenta el interés del conductor por el entorno, aunque solo sea para evitar multas.
Además, el aumento de la seguridad en las carreteras repercute en beneficios personales para los habitantes. No solo disminuye el tiempo perdido en atascos sino que también se reducen los costes mecánicos, médicos y de otra índole.
Los beneficios de los sistemas de gestión del tráfico van más allá d la vida diaria personal de las personas. También tienen efectos positivos en el país, lo que se traduce en ventajas para los habitantes y su nivel de vida. Son muchos los factores que suponen pérdidas en el PIB de cada país cuando se produce un accidente de tráfico. En consecuencia, la reducción del número de accidentes ahorra dinero en ayuda médica de urgencia y en el despliegue de policías y otros profesionales.
Para lograr una mejor calidad de vida y un mayor desarrollo económico, la tecnología es clave. Con la tecnología adecuada, las autoridades públicas podrán educar a los conductores y garantizar una reducción del número de accidentes de tráfico. Se necesita una tecnología fiable y precisa. En algunas regiones, sigue siendo habitual que los oficiales de policía tengan que estar en la carretera con algún sistema para aplicar sanciones por infracciones. El control manual de la velocidad, no obstante, requiere una gran cantidad de mano de obra, lo que conlleva costes elevados y hace imposible la monitorización 24/7.
Pero sin monitorización, no cambiará nada en el comportamiento de los conductores. Los límites de velocidad son importantes, pero sin su control suelen ser inútiles. Lo importante en este caso es que los conductores acepten la imposición del cumplimiento. La tecnología utilizada para la monitorización debe ser fiable y justa.
El LiDAR (Light Detection and Ranging) es una alternativa a las cámaras de radar a la hora de capturar situaciones de circulación concretas. Los sistemas envían haces de rayos láser a una distancia de 75 metros y siguen vehículos detectados de todo tipo. En el rango de 50 a 20 metros, la velocidad media de cada vehículo se determina con la ayuda de estos rayos láser (“medición de tiempo de vuelo del láser”). Los rayos láser permiten clasificar el tamaño de los vehículos y combinar esta información con la velocidad media. Si existe infracción, se fotografiará solo el vehículo que supere la velocidad máxima. No importa si hay mucho tráfico, si los vehículos están demasiado juntos o si cambian de carril. Se realiza el seguimiento de cada vehículo y la infracción queda claramente documentada. De esta forma se generan datos digitales a prueba de manipulaciones que garantizan una absoluta certeza legal.
En definitiva, la tecnología de escáner LiDAR contribuye con su mera existencia a una carretera más segura y a un menor número de muertes. Funciona independientemente del tiempo, las personas y las condiciones, y se puede implementar fácilmente en el diseño de carreteras.